sábado, 11 de diciembre de 2010

Casa de la luz




Cuando alza la cabeza de sus papeles o desvía los ojos del ordenador, Malacara puede contemplar el faro de Portland Head. No muy lejos de allí, un hombre alto y robusto, portando un enorme saxo tenor –un instrumento ultraterreno destinado a derribar murallas bíblicas- asciende las escaleras de un estudio de grabación. Un poco más a la derecha, el mismo hombre reposa la nuca en la palma de su mano, en un gesto de concentración en el que sin duda se estarán gestando escalas de cobalto rugientes y veloces como trenes desbocados.

Malacara ignora si alguna vez Coltrane estuvo en Maine, si visitó los faros de Nueva Inglaterra. Ahora sube interminablemente los escalones del estudio Van Gelder, de espaldas al faro pintado en acuarelas azules y ocres. La casa del farero parece esperar su visita, recortándose sobre el mar en calma. El cielo está detenido en un éxtasis blanco sobre la lámina metálica del horizonte. Existe un ritmo oculto en el cuadro de Hopper, un patrón visual de acordes que Coltrane hubiese descifrado.

Yo sólo puedo levantar ocasionalmente los ojos y sentarme en el silencio de su orilla.


miércoles, 8 de diciembre de 2010

Coger frío



Malacara ha estado en Salamanca, cogiendo frío.

La carretera se veía blanca de sal y la nieve se acumulaba en las cunetas.

A Malacara le gusta coger frío y almacenarlo en tarros herméticos de cristal.

En Salamanca el viento helado baja por las calles de piedra y salta sobre el Tormes.

Densas láminas de frío escarchado, con olor a ventisca y carbón, que hará más soportable el recuerdo de las sofocantes tardes del verano.


jueves, 2 de diciembre de 2010

Ahab



Ahab: ¿Siento calor seco en la frente? ¡Ah! Hubo un tiempo en el que el amanecer me estimulaba noblemente, lo mismo que el anochecer me sosegaba. Ya no. Esa deliciosa luz a mi no me ilumina; todo deleite es angustia para mi, pues disfrutar nunca puedo. Agraciado con la excelsa percepción, carezco de la bajeza de la capacidad de disfrute; ¡condenado de la manera más sutil y maligna! ¡Condenado en medio del paraíso!

Ocaso. Moby Dick; o La Ballena. H Melville.


Malacara: “Podría llamarme Ismael y vivir entre líneas escondido en una extensa novela; escribirme desde el naufragio de un ballenero, con el placer culpable del superviviente, envuelto en el manto uterino de sangre salada del Leviatán.

En otras ocasiones podría permanecer inmóvil mirando las esquinas, los rincones –según el día, más cóncavo o convexo-. Adivino un enrojecimiento pardo de las paredes, un debilitarse de la cal y la pintura, que despiden un ligero olor a moho. El tiempo se oxida y deja un rastro de orín polvoriento en la yema de los dedos - rush never sleeps -. Una lata que imperceptiblemente caduca, inflamada en la emanación de sus propias toxinas: ahí yacemos, en apretadas filas.

A lo lejos, resoplan las ballenas”.

lunes, 29 de noviembre de 2010

EL CIELO DE LA BOCA



En los ritos higiénicos que puntúan lo cotidiano, Malacara descubre ancestrales ritos de purificación vinculados lejanamente con el bautismo o el nacimiento. Cada ducha abre una oportunidad al destino por la vía del chorro caliente y el jabón. En su religión pagana, las voces que habitan el agua le susurran hoy empieza todo. Por el sumidero se marchan las escamas gastadas de la rutina, los renglones con los que todo parece de antemano escrito. Como ante una hoja en blanco, quietos los ojos en su improbable pureza, Malacara puede pensar que esta vez ocurrirá algo luminoso, que podrá aparejar un texto ingenuamente trascendente.

Lavarse los dientes, con la fragancia recién estrenada de mentas y clorofilas, promete en su ilusión de salud polar un flujo de palabras recién inventadas.

Eliminamos pulcramente los residuos de nuestra actividad animal y predadora para buscar estrellas en el cielo de la boca.

sábado, 27 de noviembre de 2010

SHIVER




Nos pensamos dignos de una banda sonora que adorne y dote de brillante contrapunto a una deslustrada vida. La de Malacara incluiría alguna composición de Coltrane (en los momentos de iluminación o impulso, que serían escasos y breves). Otras secuencias estarían envueltas en una serie de acordes raros, en una débil disonancia, notas con un aroma a frontera, a desierto en baja definición.

Un biopic de bajo presupuesto, toscamente rodado; fotografías de teléfono móvil almacenadas en cajas de cartón. Una resolución que deja lugar a los espacios en blanco, a la disolución de los detalles.

Guitarras desafinadas que en sueños tocamos con tal destreza que no podemos dejar de llorar.

Entonces la vida parece abrir sus apetitos y nos depara los placeres del hambre. Escuchas “Shiver” en los altavoces y se detienen los contadores del gas, se atenúa la luz y la escena trascurre en una delicada cámara lenta.

No quiero dejar de tiritar, este placentero frio que me impulsa hacia las mantas.